viernes, 8 de mayo de 2015

Comentario de texto: EL HOMBRE (Juan Rulfo)

     
      Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno o, simplemente, Juan Rulfo (Apulco, Jalisco, 1917 - Ciudad de México, 1986), es el autor del relato corto que nos disponemos a analizar esta vez: El hombre (1953). Juan Rulfo ha sido siempre considerado uno de los literatos más importantes del llamado boom latinoamericano (surgido en la literatura de estos países latinoamericanos alrededor de la década de los 60). La transcendencia de su obra se debe principalmente a un recopilatorio de relatos publicado en 1953 (y en que se encuentra El hombre): El llano en llamas, y a la novela corta Pedro Páramo (1955).
Gran conocedor de la literatura latinoamericana precedente y de los grandes autores internacionales de esta disciplina, son reconocidos como sus principales influencias los escritores existencialistas franceses J.P. Sartre y Albert Camus, el teatro del absurdo de Samuel Beckett, y el movimiento surrealista, (principalmente la obra de Dalí, Tanguy y Breton).
      Su literatura está muy marcada por la revolución mexicana, en medio de la que pasa los primeros 30 años de su vida, el tema de la frontera México-EE.UU., la violencia mexicana y del mundo rural, en general. La carga experiencial que guardan los textos de Rulfo es muy elevada. Se aprecia en su lectura su sabiduría popular acerca de las historias y cuentos de la tierra y pueblos mejicanos, que él adaptaría libremente, con un carácter fantasmagórico y onírico muy propio de su obra.
Lo más importante, quizá, en la literatura rulfiana es el protagonismo otorgado al paisaje, a La Tierra. Se distinguen siempre en sus relatos dos planos en la descripción: el terrenal y el personal. Imagen existencial del espacio, descrito normalmente de un modo casi dantesco. En Rulfo es necesario conocer los tres temas que siempre toca en sus obras: la novela indigenista, la novela de la tierra y la novela de la revolución.

     El hombre es un relato corto inscrito dentro del libro recopilatorio El llano en llamas, publicado en 1953 y que guardaba 15 relatos del mismo estilo y extensión similar (en 1970, con la publicación de una segunda edición, se añaden dos relatos: El día del derrumbe y La herencia de Matilde Arcángel).
         
En El hombre un hombre persigue a José Alcancía para matarlo. Alcancía es perseguido por la masacre de la familia Urquidi, acto que ha cometido al asumir la venganza del asesinato de su hermano. Es perseguido precisamente por el asesino de su hermano, padre de la familia exterminada. José Alcancía cae, al final, víctima de su perseguidor, en una emboscada frente a un río.
En la parte final del relato se presenta la relación dada por un borreguero a una persona identificada como “señor licenciado” en la que relata su encuentro con el perseguido y cómo lo ayudó durante algunos días para descubrirlo posteriormente muerto a la orilla del río.

      El punto de vista en este relato se bifurca en dos narradores, uno en la primera mitad y el otro en la segunda, divididos estos dos segmentos del relato por una división formal (un doble espaciado). Primero, el narrador es extradiegético y omnisciente, mostrando un punto de vista objetivo sobre los personajes y el terreno, descrito de un modo muy detallista:
"El hombre caminó apoyándose en los callos de sus talones, raspando las piedras con las uñas de sus pies, rasguñándose los brazos, deteniéndose en cada horizonte para medir su fin (...)"

Esta indeterminación en el punto de vista, que en la primera parte es de lo más impreciso, sirve al autor para desorientar al lector que en el principio del relato no puede comprender aun lo que sucede, quién lo narra, y quién es cada personaje y donde está.
La información, siempre justa en los relatos de Juan Rulfo, se racionaliza para ir mostrando paso a paso la realidad final del cuento. Solo podemos comprenderlo del todo al final, que se revelan las incognitas. Hablamos únicamente de la trama y sucesos del relato, ya que este escrito esconde mucho subtexto por medio de metáforas y demás recursos literarios seleccionados minuciosamente por el de Jalisco, convirtiendo el cuento en un poema en prosa en ciertos puntos.
"El cielo estaba tranquilo allá arriba, quieto, trasluciendo sus nubes entre la silueta de los palos guajes, sin hojas. No era tiempo de hojas. Era ese tiempo seco y roñoso de espinas y de espigas secas y silvestres".
     En cuanto a la linealidad temporal del relato, hay que saber que no sigue un orden cronológico. Los relatos de los dos personajes, que suceden en momentos distintos, son narrados al mismo tiempo. Da la impresión que el perseguidor sigue a José Alcancía a escasos metros, cuando en realidad  le lleva días de ventaja. Esto lo sabemos por las inclusiones, en la primera mitad del relato, de los pensamientos del perseguidor. Éste actúa casi como un detective, describiendo los pasos y acciones de su víctima, y reflexionando sobre el futuro de ambos y quien tiene la culpa.
Este uso desordenado del tiempo y la polifonía de voces en la narración da una sensación de angustia que cumple una función primordial en la cabeza del lector para el tema y tratamiento que da a este relato tan oscuro.

      Los temas tratados en el relato son la violencia en la vida rural, la venganza, la tierra como contenedor activo de los sucesos, las tradiciones y costumbres mejicanas. La violencia en la vida rural mexicana es un tema que toca de muy cerca la vida de Juan Rulfo, y que está fuertemente relacionado con las consecuencias de la revolución mexicana. El asesinato y la venganza es tratado del modo más crudo posible; los dos personajes la comprenden como necesaria y sin vuelta atrás, que las cosas se hacen así y hay que pagar por los pecados cometidos. El costumbrismo mexicano y las antiguas tradiciones muy arraigadas a la religión y la fé.
Definitivamente, todo esto enmarcado dentro de un máximo rulfiano que es la descripción existencialista de La Tierra como espacio dantesco y macabro al que estamos, innegablemente, destinados a permanecer; la vida y la muerte son secundarios, la tierra siempre va a ser el todo (la propia tierra pero también el purgatorio).

La novela de La Tierra de Juan Rulfo es un elemento muy característico y la cual describe con detallismo que asombra, acercándose a prácticas casi cinematográficas en cuanto a las distancias y tamaños que podríamos describir y ver en los distintos planos de una película. Puede hablarnos de un enormísimo llano árido visto desde las alturas o de cómo una gota de sudor cae al suelo y forma un charco, levantando motas de polvo.


Esta filosofía existencialista sobre el terreno físico y La Tierra se corresponde con la manera de escribir de Juan Rulfo en la que deja en la ambiguedad el tiempo y la oralidad, mostrando todo como un único momento y una única voz, una voz plural.


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