lunes, 16 de marzo de 2015

El Público, ópera bajo la arena.


      Voy a hacer esta entrada desde un gran desconocimiento de la disciplina teatral y operística, tampoco tengo avanzados conocimientos en el campo del surrealismo, y solo podré analizar a fondo esta obra desde un punto de vista estético y musical.

      Federico García Lorca, nacido en Granada (1898-1936), especializado en el campo de la poesía y el teatro, es considerado hoy día como uno de los autores literarios españoles más importantes del siglo XX (si no, el más). 
Centrándonos en su faceta de dramaturgo, que nos concierne más para el comentario de esta obra, Lorca tiene a sus espaldas obras tan trascendentales para la literatura española como Bodas de Sangre (1933), Yerma (1934) y La Casa de Bernarda Alba (1936), que forman una trilogía gitana, y que, junto con El Público, conforman las obras cumbres de la dramaturgia lorquiana.

      El Público (1930) fue la obra más polémica de Lorca, quien afirmaba que era irrepresentable, que no estaba hecha para escenificarse dadas las dificultades técnicas que supondría y surrealismo omnipresente en el texto. Es uno de los textos más misteriosos del teatro contemporáneo; repleto de elementos oníricos, referencias homosexuales, símbolos con significados duales, crítica casi directa a la Iglesia, una estructura no aristotélica sin ninguna ordenación temporal.

Un director planea y prepara la representación de un teatro convencional sobre la arena, pero deseando realizar una adaptación alternativa de Romeo y Julieta, bajo la arena. Pretende sustituir, en secreto, a Julieta por un hombre. Esto se descubre y se forma una revolución.

      Esta sería una breve sinopsis del texto de Lorca, que en esencia es muy simple, pero que el resultado final de los símbolos, la representación del mundo onírico y la autofiguración hacen de él un texto de lo más complejo y enigmático.

En cambio, la ópera representada en el Teatro Real de Madrid, estrenada a nivel mundial, es una adaptación libre que recurre más a los elementos sonoros y musicales que dormían en las páginas del libreto de García Lorca. Escrita por Andrés Ibañez y compuesta musicalmente por Mauricio Sotelo, la ópera respeta la esencia e ideas principales del libreto, pero con una serie de reformulaciones a nivel estético y estructural que le dan mayor ritmo al conjunto de la obra.

      Tengo que afirmar, penosamente, que no he sido capaz de comprender del todo la obra. Eso sí, mi sensación de principio a fin, fue de auténtico acongoje y excitación. 

      El prólogo del pastor bobo y sus máscaras es el primer reclamo al público (nosotros, las máscaras), que nos intimida desafiándonos a participar en la obra, pues nosotros formamos parte de ella, y que no nos enteramos.
Tras esta potente y sugerente introducción, los tres primero cuadros de la ópera ("El biombo", "La ruina" y "El teatro bajo la arena") son de una ininterrumpida épica surrealista, con un apoyo musical impresionante de la orquesta internacional Klangforum Wien y del coro titular del Teatro Real. 
      
El arreglo musical de Mauricio Sotelo es el justamente apropiado para El Público, que si no era obvio ya en el texto lorquiano, las raíces flamencas se ven mucho más marcadas por el canto y baile de los caballos, aquí representados directamente como hombres (o casi Drag Queens gitanos).
      
      Al finalizar el tercer cuadro de la ópera, y con el alcance del clímax de la obra en el baile de los trajes vacíos, cae el telón y se proyecta un cortometraje mudo, algo insólito en ópera, según me comentaron. En fragmento fílmico, se explica en cierto modo todo lo que ha sucedido en la obra hasta el momento, sin salirse del marco surrealista y onírico, y sin ser una pieza meramente didáctica, cumple esa función.
      Sube el telón y, "La revolución". El público enmudece al verse reflejado en dos inmensos espejos enfocados hacia ellos. Este es el reclamo para el público más potente y evidente que aparece en la ópera; en un momento dado, se golpea en la cara del público anonadado con un grandioso gong situado en el palco real y fugazmente iluminado, reflejándose en los grandes espejos.
En escena, un Gonzalo como Jesucristo. La apoteosis desordenada que sucede en este cuadro es verdaderamente impactante e, incluso, incomoda.
      Finalmente, todo regresa al principio en el último cuadro ("El Frío"). El director hace pasar al público, reforzando la idea del eterno retorno y de los elementos circulares, muy presentes en toda la obra.


      Finalizo mi entrada sobre esta representación libre de El Público, de Federico García Lorca, con una serie de frases muy interesantes sobre el surrealismo, ese movimiento artístico que aun creo falta tanto por investigar.

  • André Breton definía así el manifiesto surrealista:

"Automatismo psíquico puro a través del cual se pretende expresar, tanto de palabra como por escrito o por cualquier otro modo, el auténtico funcionamiento del pensamiento".

  • La belleza surrealista:

"Bello como el encuentro casual de una máquina de coser y un paraguas en una mesa de operaciones".

  • Guillaume Apollinaire, sobre el surrealismo, en Las tetas de Tiresias (estrenada en 1917):
"Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna".


Dailos Cabrera Castro.

1 comentario:

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